TL;DR: lejos de narices.
Cuando lanzamos las sondas Voyager ninguno imaginábamos que 40 años después seguirían funcionando y continuando su viaje pionero. Lo más emocionante es que probablemente en los próximos cinco años encontrarán algo que ni sabemos que está ahí fuera esperando a que lo descubramos.
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Actualmente la Voyager 1 se encuentra a casi 21.000 millones de kilómetros de la Tierra (a 140 unidades astronómicas, UA; 1 UA = 150 millones de kilómetros que es la distancia promedio entre la Tierra y el Sol) siguiendo una trayectoria por encima del plano del Sistema Solar (por el norte) y enviando datos sobre los rayos cósmicos, que resultan ser mucho más abundantes ahí fuera que en las cercanías de la Tierra. La heliosfera —la zona de influencia del Sol y del viento solar, donde se encuentran los planetas del Sistema Solar— parece actuar a modo de escudo protector contra los rayos cósmicos, de forma parecida a como la magnetosfera terrestre protege a la Tierra del viento solar permitiendo al planeta conservar su atmósfera.
La Voyager 2 se encuentra a 17.700 millones de kilómetros (a 114,3 UA) siguiendo una trayectoria por debajo del plano del Sistema Solar (por el sur). El hecho de que ambas sondas se sitúen en puntos diferentes de espacio interestelar permitirá obtener datos simultáneos de dos regiones más allá de la influencia del Sol — aunque todavía dentro de lo que se considera el Sistema Solar.
La longevidad de las sondas Voyager se debe en parte al diseño redundante de algunos de sus sistemas, que permite al ordenador conmutar a sistemas de respaldo cuando es necesario. También se debe al poder de su fuente de energía interna: las baterías atómicas o generadores termoeléctricos de radioisótopos (RTG) producen energía a partir del calor causado por la desintegración radiactiva de Plutonio-238, y duran y duran.
Y aunque según la NASA cada sonda pierde unos cuatro vatios de potencia al año hasta ahora los ingenieros se las han apañado para comunicarse y operar con las sondas con el mínimo consumo energético posible a través de la Red del Espacio Profundo de la NASA (DSN), con instalaciones en Madrid, California y Canberra. Se calcula, sin embargo, que hacia el año 2030 ambas sondas se quedarán sin energía — y aun así seguirán viajando a 50.000 km/h llevando por ahí los famosos discos dorados que incluyen sonidos de la Tierra y saludos en decenas de idiomas.
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Las sondas Voyager se lanzaron en 1977, el 20 agosto la Voyager 2 y un par de semanas después, el 5 de septiembre, la Voyager 1 y todavía hoy siguen funcionando y enviando datos a la Tierra, convirtiendo a esta mítica misión en la más longeva, y también en la que más lejos han llegado.
En 2012 la Voyager 1 fue la primera sonda en salir de la heliosfera y adentrarse en el espacio interestelar. La Voyager 2 por su parte se convirtió en la primera sonda en “visitar” los cuatro planetas exteriores: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Pero estos no son ni de lejos los únicos logros de estas sondas.
Montaje final de la sonda Voyager 2 en marzo de 1977 — NASA/JPL-Caltech.
En sus numerosos encuentros planetarios las sondas descubrieron los primeros volcanes activos más allá de la Tierra en la luna de Júpiter, Ío. Sugirieron la existencia un océano subterráneo en la luna de Júpiter, Europa. Detectaron que la luna de Saturno, Titán, tiene la atmósfera más parecida a la de la Tierra de todo el sistema solar. Revelaron la particular superficie de luna helada de Urano, Miranda y los géiseres fríos y helados en Tritón, luna de Neptuno. Descubrimientos aparte, las Voyager enviaron decenas de miles de postales con algunas de las imágenes más espectaculares del Sistema Solar.
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Para celebrar el 40 aniveresario de la misión Voyager, la NASA invita a cualquier a escribir un mensaje breve usando la etiqueta hashtag #MessageToVoyager en las redes sociales: entre la NASA y el público el mensaje elegido se enviará a la sonda Voyager 1 el próximo 5 de septiembre, fecha en la que se cumplen los 40 años del lanzamiento de la sonda.